Parece que la liturgia de hoy habla de lo que estamos viviendo.
La lectura de Isaías, dice:
"Esto dice el Señor:
«Mirad: voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.
Regocijaos, alegraos por siempre
por lo que voy a crear:
yo creo a Jerusalén “alegría”,
y a su pueblo, “júbilo”.
Me alegraré por Jerusalén
y me regocijaré con mi pueblo,
ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido"...
El Señor promete porque es fiable. El Señor promete y cumple.
Qué buenas palabras para que ahora las pensemos. Dios es más fuerte y más omnipotente que todas las fuerzas malas que tengamos alrededor y que todos los virus.
Es un buen momento para alimentar la esperanza y vivir de ella, y de confiar el en Señor, que nunca, nunca, nunca nos abandona.
El Evangelio de hoy habla de la curación del hijo de un funcionario real.
Es una curación a distancia, y no importa. Para Dios no hay barreras, no hay epidemias ni nada que le puedan hacer pequeño.
Por eso, repetiremos como en el salmo de hoy: "Te ensalzaré Señor, porque me has librado".
La batalla está vencida, así que vamos a comentar ese triunfo. Vamos a sonreir, a servir, a hacer la vida a los demás más agradable.
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